Monday, March 24, 2008

También estaban las Compañías que llegaban muy temprano y traían a sus hermanos -aún más pequeños- a comer mora. Luego saltaban de rama en rama o se sentaban en el pasto haciendo el gesto de tomar té, creo que imitaban a la tía Inés, a la tía Rosaura.

Cuándo no están en el jardín ¿dónde están las Compañías, mamá? ¿van a la casa de la tía Inés, de la tía Rosaura? ¿suben a su casa de alcachofa a ver el día? ¿van al río, mamá?
El juego era así:

María no María: Un Lilium Muy Pero Muy Raro

Flor no Flor: Un Saltamonte de Pies Largos

Magnolia no Magnolia: Una de Esas Niñas Cilantro

El dios pequeño las miraban correr de un lado a otro y jugaba también a darles nombre: Ciertos Pájaros, Alma, Arañas Blancas.

Friday, March 21, 2008

(DE NICOLETTA CECCOLI)





A veces pasaba por el jardín el corazón de algo. Los frutos rojos, las flores rojas y ciertos pájaros parecían reconocerlo y brillar. Pero el corazón de algo no se quedaba quieto y volaba del manzano a la ventana, de la ventana a la fotografía de la abuela y de la fotografía de la abuela hacia el ropero. María, Flor y Magnolia querían atraparlo, guardarlo en un frasco y llevarlo con ellas a la escuela. Pero el corazón de algo volaba del jardín hacia la casa, se paseaba por las cosas, se iba volando.

Sunday, February 10, 2008


Está nevando en Kyoto y Motoko nos ha fotografiado en la nieve. La foto se llama "Natsuko María y Motoko"


Saturday, December 22, 2007

A veces antes de dormir María soñaba o imaginaba.
Y esa noche soñó o imaginó que vivía dentro del corazón del árbol.
El corazón del árbol era una casa con un sillón, una mesa y una lámpara que brillaba como fruta de luz.
María dijo despacio: vivo dentro del corazón del árbol. Y entonces soñó o imaginó el corazón del rosal, el corazón del trébol y el corazón de la calabaza. Cientos de pequeños corazones con un sillón, una mesa y una lámpara de luz.
Vivo dentro del corazón del árbol, dijo por segunda vez y se quedó dormida.

El 22 de enero llegará Natsuko. Así que por estos días en vez de avanzar en mi tesina del Genji me entretengo planeando los lugares a los que iremos.
Motoko, que no podrá venir, me ha enviado esta fotografía del otoño en Kyoto.


Escultura de Motoko


Sunday, September 23, 2007

Mamá nos había enseñado a ver al pequeño dios que habitaba en nuestro jardín. Y para eso “deben quedarse muy pero muy quietas” decía con voz de cantar. La voz de mamá como vuelo de mirlo o galleta de miel.

El dios pequeño: sentado sobre las hojas de cedrón o dormido dentro de un durazno.

A veces mamá lograba que se posara en una de sus manos. Eso era cuando estábamos “muy pero muy quietas”. Entonces el dios respiraba por un segundo al ritmo de las cosas. Imaginábamos su pequeño corazón de mora, nuestro pequeño corazón de mora y el corazón de mamá: vuelo de mirlo, raíz, galleta de miel.

Thursday, September 20, 2007

A esos seis niños que a esta hora están durmiendo en la Baldufa:

Al final del pueblo quedaba el río. Y había otros niños ahí. Niños que pasaban del aire al agua como una especie desconocida de pez pájaro, saltando de piedra en piedra, así: uno, dos, tres. A veces salían del fondo del agua con un cangrejo en la mano como si se tratara del fruto de un árbol rojo, que sólo ellos podían ver. Otras simplemente se sentaban a la orilla a tirar pequeñas piedras que parecían bailar: así: un, dos, tres.
Los niños del río nunca llevaban zapatos y no iban a la escuela. Cada verano desaparecía alguno en el fondo del agua: volvía a su jardín y se transformaba en pez. Así: uno, dos, tres.
Han pasado meses sin retomar el blog. Se me pasan los días no se bien en qué. También ya va ser un año desde que me vine a España. Debo reconocer también que me ha tomado un año empezar a querer este lugar. Hoy venía caminando por El Raval (un lugar en el que no sabes si estas en alguna calle de un país de Asia Central o en un suburbio latinoamericano, el barrio de los inmigrantes) y me di cuenta de que después de haber venido muchas veces a punto de llorar, cansada de trabajar de camarera o teleoperadora, hoy venía feliz, mirando como el verano se va.
Cuando le dije a mi jefe chileno, mi querido Julio, que venía a España a estudiar, me dijo que me venía a España, pero que no sería a estudiar precisamente. Tenía razón. Ha pasado un año y lo que menos me importa es el master que comienza de nuevo ahora en octubre. En realidad me importa, pero ya no es la importancia que tenía un año atrás.
Durante los últimos cinco meses he estado trabajando en el archivo de una mutual. Los dos primeros meses pensé que me volvía loca (eran nueve horas al día, revisando carpetas con expedientes de trabajo, guardando y buscando papeles) los dos siguientes seguí muy de mala gana, y el último, no puedo decir que me gustó, diré que me lo tomé un poco mejor. Miraba las fotos, leía las cartas que enviaban, el tipo de trabajo que tenían, me imaginaba que hacían al salir de ahí. De pronto me sabía casi de memoria la historia de las dos mil carpetas. De pronto le tomaa algo parecido al cariño a las cosas más improbables.
Mañana es mi último día en el archivo. Tuve una especie de “ascenso” y de ahora en adelante me dedicaré a tramitar papeles, en la misma mutual, para el ministerio del trabajo. De pronto me encontré no feliz, pero tranquila, con mi futuro próximo de oficinista.
España ha sido un vuelco tan improbable.
No ha sido nada fácil, pero finalmente ha sido bueno. Y aquí comienzan las deudas afectivas. Mi Rafa que ha estado ahí sin importar que yo estuviera llorando como niña de cinco años, porque no quería ir al trabajo al otro día. Su paciencia infinita y las pocas palabras, la simplicidad que, aunque se lo haya dicho poco, tanto amo. Finalmente cuando ya no habían palabras que me hicieran ver que todo estaría bien, sus abrazos. Verlo levantarse casi sin quejas para ir aun trabajo que sé que tampoco es lo que soñaba, fue lo que mucha veces me dio la fuerza para ir otra vez más al archivo. Saber que al llegar a la casa si el cansancio no nos había matado, iríamos a comer algo a la pizzería argentina o al pakistaní, fue lo que me hizo seguir revisando carpetas. Lo pienso ahora, cuando es de noche y se que mañana será el último día en un trabajo del que difícilmente me olvidaré.
Cerraré la última carpeta con algo parecido a la gratitud, al amor de quien aprendió algo donde menos lo esperaba. Julio tenía razón. Me despediré de María Ángeles, de Noemí, de sus sueños por cambiar el escritorio por cualquier lugar lejano.
El dios de las cosas pequeñas, que no sabe de libros, que no sabe decir que hay tipos de vida que no vale la pena vivir. El dios que sabe de su pequeñez y que la acepta sin pensar en nada porque no está para pensar en nada trascendente. Ha pasado un año. Mi querido dios pequeño, vine de tan lejos para encontrarlo.

Sunday, April 01, 2007


Por primera vez me pagaron por hablar de Japón!!! (la clase de la que hablé antes sobre lenguaje y budismo zen) Fue buenísimo porque al final un alumno me preguntó si al estudiar todo esto no me daban ganas de dejar de aprender cosas en la universidad. Me saqué como pude la pregunta, pero quedé feliz porque si me preguntó eso es porque algo de lo que dije se entendió. Yo misma me hago esa pregunta seguido. Pero después me reconcilio con la forma de aprendizaje que me tocó y sigo haciendo mis trabajos para fin de semestre.
Después de la clase fui a buscar mis cien euros y me fui feliz al restaurante (no se si lo había puesto acá, trabajo hace un mes en un restaurante italiano, durante las horas de almuerzo). Atendí las mesas más contenta que nunca. Tanto que me olvidé de llevar el café a dos mesas. El pizzero, me decía: María, María, en qué lugar raro andas hoy…. yo estaba en el restaurante pero estaba también en mis recuerdos de un templo de Kyoto, en mis paseos con mi papá y Enrique, en una India inventada a punta de libros y mapas. Estaba en el lugar donde todo eso se junta: mi mapa, mi corazón, mi querida casa de muñecas.